Hemos encontrado esta curiosa publicación en la red del “Profesor Lílemus” donde se nos habla de la letra diente.
Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), escritor y periodista español, aprovechó las sugerencias gráficas de las letras para sus greguerías.
Una gregueria es visión personal, sorprendente, aguda y frecuentemente humorística de algún aspecto de la realidad.
Algunas de las más curiosas, son por ejemplo:
“La Y es la copa de champaña del abecedario”.
“La Ñ dice adiós con su pañuelo a los niños y a los ñoños”.
“La Q es la P que vuelve de paseo”.
Imaginamos que a Don Ramón le hubiese sorprendido saber que los diseños originales de nuestras letras son verdaderos objetos dibujados.
Creados en la península del Sinaí hacia el 1700 a.C. para representar los sonidos consonánticos de la lengua cananea.
Y la S, que definió en sus gregerias como “el anzuelo del abecedario”, es realmente es la letra diente.
Y la S, que definió en sus gregerias como “el anzuelo del abecedario”, es realmente es la letra diente.
Los esclavos cananeos del Sinaí, inspirándose en los jeroglíficos egipcios, crearon el primer alfabeto siguiendo el principio de la acrofonía.
Para cada letra, elegían objetos familiares cuyos nombres empezasen por esos sonidos; luego representaban ese sonido mediante un signo.
El signo consistía en el dibujo estilizado del objeto y finalmente llamaron al signo con el nombre del objeto.
Al representar el sonido fricativo sibilante alveolar de la letra S, aprovecharon su palabra para “diente”, que ellos llamaban “shimsh”.
El diseño original protocananeo de la letra diente, lo crean ya como un dibujo estilizado y abstracto de una pieza dental que representa la cúspide doble de una muela, como podéis apreciar en el adjunto cuadro evolutivo del signo.
Fueron los fenicios dieron al signo terminaciones rectas y angulosas, y, cuando el alfabeto fenicio fue aprendido por arameos y griegos, se produjo una bifurcación caligráfica: los arameos mantuvieron vertical el diente, y su doble cúspide es todavía reconocible en el shin hebreo y el sin árabe; los griegos, por su parte, tumbaron el diente hasta darle la figura de su letra sigma, de la que procede la S latina a través de la etrusca.
Tal vez os haya sorprendido saber que todos los alfabetos del cuadro adjunto están emparentados entre sí.
En realidad, son variantes caligráficas de aquel alfabeto protocananeo, creado hace casi 4.000 años para escribir una lengua ya desaparecida.
Al morir esta, perdieron cualquier sentido los nombres originales de las letras, pero hoy podríamos jugar a remediar esa carencia devolviendo a la s su denominación original: la letra “diente”.
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